En la red existe un mal llamado: el mal del teclado, donde todos alguna que otra vez erramos concientes o inconscientemente. En su contrariedad apostamos por nuestro desagrado como efecto por la causa en la que, nos vemos inmersos al interactuar a diario al socializarnos. Sobre todo cuando pasamos demasiadas horas en la red y hacemos de ella nuestro mundo.
Un mundo virtual muy real pero ficticio a su vez, ya que no llegamos a ver la realidad que el teclado y una pantalla nos pueden ocultar. Lo vemos claro cuando los que velan por la seguridad de nuestros pequeños en la red nos ponen en aviso. Sin embargo, cuando somos adultos los que nos sentamos ante una pantalla, no pensamos en el peligro en que podemos estar expuestos.
A veces somos poco conscientes del daño que podemos hacer prejuzgando a la ligera al resto de asistentes en este ámbito. Es muy difícil mantener las reglas de respeto entre los usuarios. Es enormemente devastadora la falta de empatía. Al más mínimo error nos perjuzgamos de alguna forma. Nos deshechamos como si las personas fueran avatares ante el miedo y el desconocimiento. Si bien de los que no queremos aceptar en nuestra compañía, porque, sin ni siquiera saber qué pasó con ellos, damos por hecho su falta de respeto. Sí, según nuestra percepción.
No somos capaces de entender al prójimo y menos debatir una idea o propuesta u opinión. Simplemente porque nos sentimos atacados. Pero mientras tanto somos capaces de decir un "no a la guerra" y un "sí a la paz", los que nos damos de escritores de a diario en la red. Y sin embargo, esperamos que nuestros líderes puedan arreglar y frenar guerras, cuando nosotros no somos capaces de solucionar simples errores en comunidad.
Nos entregamos a todo tipo de simulaciones y estímulos, es ahí donde el teclado juega con nosotros mismos. Realimenta nuestra imaginación al lanzarnos a un mundo de fantasía, donde a veces llega a realizarse en realidad, y otras, la mayoría de las veces, nos suelta al borde del precipicio donde nada existía.
A pesar de que estemos en la red por muchos años. Aunque puedas incluso ver las caras de los usuarios a través de los sistemas que ésta nos ofrece, siempre existirá un ángulo muerto donde las gesticulaciones del contrario esconderán parte de su fisionomía y de su personalidad.
En esta gran pecera que es internet, viajamos a nado sin retorno donde nos exponemos en pensamientos y en formas de vida. Equiparamos ciertos grados de satisfacción insatisfecha, que nos hace volver día a día para vernos en el espejo del mundo ciego. Creemos resolvernos a nivel individual y drásticamente somos absorbidos por el mal del teclado, que nos infunde tantos errores como malpensados somos a veces.
En esta sociedad que se reconstruye siempre sobre los remiendos de jirones del pasado, es demasiado difícil hallarnos en comunidad sobre pasos sanos. En el momento que erramos, nuestras huellas quedan como si antes nunca hubiésemos sido personas que extendiamos las manos, porque al instante las retiramos.
Debemos ser consecuentes de nuestros actos a tiempo pero si nos equivocamos, nos debemos a la sencillez de esclarecer los hechos sin problema y admitir lo que sentimos. Si no aceptamos con gesto sincero nuestros sentimientos o no los exponemos, las bases de la confianza quedan estranguladas en el vacío de la incomprensión.
Mgig María Inmaculada García Gómez
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