Siempre existen momentos en que las palabras
yacen extintas en el pensamiento,
a la espera de que una corriente fluya
recreándolas de nuevo,
desde el palaciego de la mente.
Existen momentos en que creemos en el azar,
la suerte y la buenaventura,
sin advertirnos en la tesitura
de que por un instante
la vida nos somete a su bravura:
por perder la cordura en un tiempo insinuante
donde creímos ser los dueños del horizonte en juego.
Por el porqué, hay disputas que no tienen precio...
qué méjor trofeo que la vida que brindemos.
Vagamos siendo los mismos pero reconociéndonos
en las sendas que desdibujan lo cierto
por distraerlo complejo,
en el fondo de un pozo sin remedio.
Mgig
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