La batalla acabó dura y siniestra
el furor destapó fiera venganza,
el silencio rozó nuestra templanza
su lengua obedeció fiel y maestra.
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Rojos labios son, rojos carmesí,
su venda blanca yace, ojos que retan
a sabiendas, su amor tenaz respetan,
sus labios me sugieren: di que sí.
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Rodear con abrazos el futuro
pertinaz sensación abre mi mente
transcribir convicción tan trascendente.
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El silencio mostró siempre seguro
al amor otorgado y bien nutrido,
al amor más triunfante que he sentido.
Mgig
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