Y ahora... ¿Qué hago? Pienso yo, con todo este amor que me dejaste: que ahí está regocijándose ante mí, intacto; recreándose una y otra vez en la ilusión que suscita mi ser. Aparto mi mirada, pero se vuelve a encender. Tiene vida propia. Hecho en tus manos. Alimentado en tu mirar, forjado en tu voz y mullido en tus besos; el amor travieso siempre te atrapa en su propio recreo, aun creyendo que es sólo un juego y que de él se sale ileso.
Sólo los besos físicos cuentan, las caricias extremas, y el susurro íntimo, el resto no vale la pena, residuo de la pura invención del necio. Cuanto más tergiverses, más me alejas... más alejas mi regreso.
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