En el desastre de su mirada
anda un alma vigía,
atestigua abismada
el rastro de su pupila.
En el recuerdo de la aurora
amenaza sonoro un postigo
el cántico del viento
portea vocero al olvido.
Ya la lumbre de mi hoguera
aferrada a sus cuerdas cimbrea,
por mis manos se encante
su caja vibrante del arte,
mi voz para implorarte
repique bajo su talle
estremezca su estandarte
sin menester que calle...
Tanto amor, ¡cómo olvidarse!
Mgig
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