Miradas
que recorren el pavimento gris que acercan los pasos hacia un imantado
tropiezo. Envueltos en la llovizna prematura del otoño que esclarece sus
miradas. Sus caras enjuagadas por beber de la sed del paisaje ante el
pestañeo de la brisa, les descubre la eternidad ansiada en un solo deseo.
La química recorre perseverante, la rúbrica del pequeño roce de sus manos entre el balanceo de un esquivo camino sin dueño. Próspera e intensa sensación volátil, les incita que se desborden en la contrariedad de su caminar por el itinerario del desenfreno, porque los pasos continuos divergen en diferentes trayectorias. Se desenvuelven en la curiosidad y el misterio por querer embeberse en los únicos instantes.
Incógnitas al aire que aún su roce lleva preso en su aroma. Sus espaldas se giran en la similitud diáfana de una sonrisa temprana, que se funde en la clarividencia de un destino en un horizonte embriagador, que los proyecta en la misma dirección:
Ojos humedecidos que se imploran,
la quietud asaltante a su destreza
con el ímpetu, cuerpos con franqueza
apasionan la lumbre que fervoran.
La quietud transgresora bien aflora
al anudar sus dedos de instrumentos,
es ábaco el vacío a los momentos
en el sentir intacto a su demora.
Eléctricos impulsos sin más cubran
al primer sentimiento que desata
las sonrisas nerviosas corredizas.
Vocablos extasiados elucubran
al amor repentino, su alma innata
las caricias presentes primerizas.
Mgig
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